Trump's 'Bah! Humbug!' address suggests he is feeling the chill of opinion polls

El discurso en horario estelar - pronunciado con un espíritu exaltado pero sin alegría - reveló a una figura acosada por una crisis del costo de vida y la inminente publicación de los archivos Epstein.

Pasará a la historia como el discurso "¡Bah! ¡Humbug!".

Rodeado de árboles de Navidad y guirnaldas frente a una chimenea, Donald Trump el miércoles dio una convincente interpretación de Ebenezer Scrooge, el anciano avaro que desprecia la Navidad y culpa a todos menos a sí mismo.

El presidente estadounidense sonó como un hombre desesperado, señalando con el dedo acusador a Joe Biden y difundiendo lo opuesto a la caridad y alegría en temas como la inmigración. Nada de 'es la temporada para ser feliz'.

Al igual que Biden, Trump ha abandonado la tradicional conferencia de prensa presidencial de fin de año. Prefirió dar un discurso muy promocionado de 20 minutos. Si hubiera estado sentado en el Despacho Oval, podría haberse quedado dormido; en cambio, se paró en la sala diplomática y despotricó con una ira monótona.

Vestido con un traje azul, camisa blanca y corbata roja, Trump desató un torrente de conciencia gritón con apenas pausas o signos de puntuación. Susie Wiles, su jefa de gabinete, observó recientemente que tiene una "personalidad alcohólica" pero aparentemente esto fue un subidón de azúcar: justo antes de comenzar las palabras, según un informe de la prensa de la Casa Blanca, un acomodador trajo tres Diet Cokes y hielo.

"Hace once meses heredé un desastre y lo estoy arreglando", dijo Trump, comenzando como quería continuar con una mentira: afirmó que la inflación era la peor en 48 años cuando asumió el cargo, cuando en realidad había bajado al 3%.

Continuó culpando a Biden, a acuerdos comerciales previos, a los inmigrantes y a lo que describió como un sistema corrupto. Como en sus mítines de campaña, Trump pintó un cuadro lúgubre de Biden imponiendo "transgénero para todos" y abriendo la frontera a criminales de asilos dementes. Afirmó haber "roto el control de los siniestros radicales woke en nuestras escuelas".

El presidente ha referido repetidamente a la "asequibilidad" como un engaño demócrata. El miércoles admitió que los precios siguen altos mientras argumentaba que la nación estaba "lista" para un auge económico. "Estoy bajando esos precios altos y bajándolos muy rápido", dijo. Como ejemplo, afirmó una fuerte caída en los precios de la gasolina, aunque un gráfico de la Casa Blanca mostrado por Fox News mientras hablaba mostró solo un ligero descenso en el promedio nacional.

Trump también anunció que enviaría un "dividendo guerrero" de $1,776 a 1.45 millones de miembros del servicio estadounidense la próxima semana. Dijo que esto fue posible gracias a los ingresos de los aranceles, sin mencionar que esos mismos aranceles han elevado los precios.

Trump pronunció sus habituales jactancias sobre haber terminado ocho guerras y traído paz al Medio Oriente "por primera vez en 3,000 años". Repitió comentarios desagradables demonizando a los somalíes estadounidenses y ecoó a extremistas de extrema derecha europeos al afirmar: "Ahora estamos viendo migración inversa mientras los migrantes regresan a casa, dejando más viviendas y más empleos para los estadounidenses".

Pero este no fue un discurso de un hombre seguro de sí mismo repartiendo regalos navideños a la nación. Olía a desesperación de alguien que siente el frío viento de diciembre de las encuestas de opinión: una encuesta Reuters/Ipsos del martes mostró que solo el 33% de los adultos estadounidenses aprueba cómo Trump ha manejado la economía, disidencia en sus propias filas republicanas y los archivos de Jeffrey Epstein que se publicarán el viernes.

El discurso también reveló la necesidad de Trump de un chivo expiatorio confiable. A lo largo de los años, Barack Obama, Hillary Clinton, Joe Biden y Kamala Harris han sido enemigos útiles para un hombre y un movimiento definidos menos por lo que apoyan que por lo que están en contra.

El punto se ilustró el miércoles cuando el paseo de la fama presidencial de Trump en la Casa Blanca reveló placas que llamaban a "Barack Hussein Obama ... una de las figuras políticas más divisivas en la historia estadounidense" y decían, "Sleepy Joe Biden fue, con mucho, el peor presidente en la historia estadounidense".

Buena suerte con eso. En verdad, Biden se fue hace 11 meses y la gente ya no piensa mucho en él. Trump necesita un nuevo saco de boxeo pero los demócratas no tienen un líder obvio para que lo ataque.

Cuando terminaron las palabras y al presidente se le dio luz verde, un informe de la prensa dijo que se volvió hacia la prensa y dijo, "¿Creen que eso es fácil?" y luego bebió un sorbo de Diet Coke. Sugirió que Wiles le había dicho que diera el discurso y preguntó, ¿cómo lo hice? Wiles le aseguró: "Te dije 20 minutos y estuviste 20 minutos exactos".

Pero hubo pocas noticias de consuelo o alegría. Todavía estamos en el arco de la historia donde Scrooge, el Grinch y el Sr. Potter están en su peor momento, decididos a aplastar el espíritu navideño. Sin embargo, el viernes proyecta una larga sombra: cuidado con Epstein, el fantasma de la Navidad pasada.